miércoles, 22 de junio de 2011

1ª GALA DE ARTES MARCIALES.

1ª GALA DE ARTES MARCIALES PRO AYUDA AL PUEBLO  JAPONES.  Alhaurin de la Torre.  19 de Junio 2011.

El pasado domingo 19 de Junio se celebró la primera Gala de Artes Marciales en Alhaurin de la Torre.
        Desde mi modesta posición,  quisiera agradecer personalmente a todos   los participantes  su asistencia, especialmente a aquellos que tuvieron que soportar las incomodidades del desplazamiento fuera de nuestra provincia. 
Participamos  un grupo de compañeros con un trabajo  que preparamos con especial  interés  tratándose de una causa humanitaria, esta ocasión  con el pueblo japonés, pero igualmente lo haríamos con otros pueblos dentro y fuera de nuestra geografía.
Terminada la gala tuve la ocasión de comentar  con diferentes personas  tanto de público como participantes,  a cerca de su visión personal  y  del desarrollo  del evento.
        Las respuestas  fueron casi unánimes, poco tiempo de algunos participantes, pero  el tiempo estimado por la organización para cada grupo se estimó   entre cinco y quince minutos.
       Se echó de menos algún  comentario por parte de la organización sobre el arte o estilo del arte marcial que participaba en cada momento.
       Quiero dejar constancia de las dificultades que conlleva la organización de este tipo de actos. Las primeras experiencias son complicadas y se cometen errores, por eso animo desde aquí a quien quiera emprender la aventura de la organización de otro evento similar, que no se desanime y que considere que todos aprendemos de todos. Animo pues y contad con nuestro  apoyo.
Un saludo para todos.
Alfonso Guerrero.
Shidoshi Bujinkan Dojo.

martes, 21 de junio de 2011

SI ALZAS TU MANO, RESTRINGE TU TEMPERAMENTO.

EL SAMURAI Y EL PESCADOR.
   Se cuenta que… en  cierta ocasión un samurai, famoso por su mal genio, había prestado dinero a un pescador que había tenido un mal año.
    El samurai hizo el viaje hasta el pueblo donde vivía el pescador con la intención de cobrar, pero este siéndole imposible pagar, y huyó a esconderse.
   A medida que el samurai se percataba  de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo cada vez más. Finalmente, su búsqueda obtuvo resultado y lo encontró escondido en un barranco.
   El  samurai  fuera  de   desenvainó su espada y le gritó:                                                             ¿"Qué tienes que decirme"?.
   El pescador replicó: “Antes de que me mates, quisiera decirte algo.
   Humildemente te pido esa oportunidad.” ¡Ingrato!  ¡Te presto dinero cuando lo necesitas,  te doy un año para pagarme y me respondes  de esta manera! Está bien, dijo el samurai. Habla antes de que cambie de parecer."
   Lo siento, respondió el  pescador. Lo  que quería decir  era  esto: Acabo  de  comenzar  el  aprendizaje de “el arte de la mano vacía” y la primera  cosa  que  he  aprendido  es  el precepto de que:  
                                                                   Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano.”

   El samurai  sorprendido al escuchar esto de los labios de un modesto  pescador,   quedó pensativo, envainó su espada y dijo: “Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, dentro de un año a partir de hoy volveré a buscarte y será mejor que tengas el dinero.” Y se fue.
   Había anochecido cuando el samurai llegó a su casa.  A punto de anunciar su regreso, como era costumbre,   se vio sorprendido por la  luz que provenía de su habitación a través de la ventana.
   Agudizó su vista y  pudo  ver  a su esposa tendida durmiendo y el contorno  de alguien que  dormía  a  su  lado. Muy sorprendido y explotando  de  ira  se dio cuenta de que era un samurai.

    Sigilosamente se acercó a la  puerta  de  la habitación, desenvainó su espada y       preparado para atacar, se acordó de las palabras del pescador:

Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano.”

   Volvió a la entrada y gritó en voz alta. ¡He vuelto! Su esposa se levantó y abriendo la puerta salió para saludarlo junto con la madre del samurai, la madre estaba vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de samurai para ahuyentar a posibles intrusos o ladrones  durante su ausencia.
   El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador le estaba esperando.
   Apenas vio al samurai, este salió corriendo y le dijo: “He tenido un buen año,       aquí está lo que te debo y además los intereses. No sé cómo darte las gracias”.
   El samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."

lunes, 20 de junio de 2011

MORIR PARA DAR VIDA

MORIR PARA CREAR VIDA
Japón 1603.  Era Tokugawa. Comienza una época de paz.
         Las ciudades de  Hirosaki y  kuroishi en la prefectura de Aomori, al norte de la isla principal, están separadas por una   distancia  de 2 Ri y 6 Chaô (ocho kilómetros y medio aproximadamente).
El  camino que las une está  frecuentado por viajeros y comerciantes, además de algún que otro Ronin en busca de mejor fortuna. En un cruce del camino y como a media distancia entre ambas ciudades, los viajeros  encontraban un hermoso árbol que generosamente brindaba su sombra a todos   por  igual.
         Corría  el mes de marzo, el día era plomizo, frio y amenazaba lluvia.  Ya avanzada la tarde, coincidieron en ese punto dos samurai, sin mediar  palabra adoptaron posiciones de defensa mientras los dorsos de sus manos rozaban las empuñaduras de sus katanas. No había motivo para combatir, pero la época se prestaba a cierta desconfianza. Inmersos en observarse mutuamente, no se percataron de la  tormenta que se desencadenaba. En un instante y sin previo aviso, la furia de un rayo desgajaba del hermoso árbol una gran parte de su follaje.
         Ambos hombres decidieron dejar para más adelante sus diferencias y aprovechar las ramas caídas para hacer fuego, calentarse y secar sus ropas al amparo del ramaje que aun  quedaba en pie. La noche avanzaba demasiado deprisa y los dos desconocidos decidieron pasarla  al abrigo en la copa  del árbol y protegidos del ataque de posibles alimañas. Así transcurrió la noche. El día amaneció despejado, aun quedaban rescoldos en la hoguera cuando los dos samurai decidieron bajar del árbol y calentar sus manos, sus pies y las escasas viandas de sus bolsas. Los hombres se separaron y cada uno siguió su camino. Transcurridos unos años, el azar o quizás el destino los llevó nuevamente a aquel punto. Del hermoso árbol que un día les brindó cobijo y calor, solo quedaba un tocón seco y recomido por el tiempo.  Se miraron a los ojos y comprendieron la sinrazón de sus diferencias, ya que en el fondo ambos buscaban el mismo camino.
De esta reflexión brotó   una profunda amistad:
         Un hermoso ser tuvo que morir para que renaciera una  nueva forma de comprender la vida.