martes, 21 de junio de 2011

SI ALZAS TU MANO, RESTRINGE TU TEMPERAMENTO.

EL SAMURAI Y EL PESCADOR.
   Se cuenta que… en  cierta ocasión un samurai, famoso por su mal genio, había prestado dinero a un pescador que había tenido un mal año.
    El samurai hizo el viaje hasta el pueblo donde vivía el pescador con la intención de cobrar, pero este siéndole imposible pagar, y huyó a esconderse.
   A medida que el samurai se percataba  de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo cada vez más. Finalmente, su búsqueda obtuvo resultado y lo encontró escondido en un barranco.
   El  samurai  fuera  de   desenvainó su espada y le gritó:                                                             ¿"Qué tienes que decirme"?.
   El pescador replicó: “Antes de que me mates, quisiera decirte algo.
   Humildemente te pido esa oportunidad.” ¡Ingrato!  ¡Te presto dinero cuando lo necesitas,  te doy un año para pagarme y me respondes  de esta manera! Está bien, dijo el samurai. Habla antes de que cambie de parecer."
   Lo siento, respondió el  pescador. Lo  que quería decir  era  esto: Acabo  de  comenzar  el  aprendizaje de “el arte de la mano vacía” y la primera  cosa  que  he  aprendido  es  el precepto de que:  
                                                                   Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano.”

   El samurai  sorprendido al escuchar esto de los labios de un modesto  pescador,   quedó pensativo, envainó su espada y dijo: “Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, dentro de un año a partir de hoy volveré a buscarte y será mejor que tengas el dinero.” Y se fue.
   Había anochecido cuando el samurai llegó a su casa.  A punto de anunciar su regreso, como era costumbre,   se vio sorprendido por la  luz que provenía de su habitación a través de la ventana.
   Agudizó su vista y  pudo  ver  a su esposa tendida durmiendo y el contorno  de alguien que  dormía  a  su  lado. Muy sorprendido y explotando  de  ira  se dio cuenta de que era un samurai.

    Sigilosamente se acercó a la  puerta  de  la habitación, desenvainó su espada y       preparado para atacar, se acordó de las palabras del pescador:

Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano.”

   Volvió a la entrada y gritó en voz alta. ¡He vuelto! Su esposa se levantó y abriendo la puerta salió para saludarlo junto con la madre del samurai, la madre estaba vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de samurai para ahuyentar a posibles intrusos o ladrones  durante su ausencia.
   El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador le estaba esperando.
   Apenas vio al samurai, este salió corriendo y le dijo: “He tenido un buen año,       aquí está lo que te debo y además los intereses. No sé cómo darte las gracias”.
   El samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."

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