MORIR PARA CREAR VIDA
Japón 1603. Era Tokugawa. Comienza una época de paz.
Las ciudades de Hirosaki y kuroishi en la prefectura de Aomori, al norte de la isla principal, están separadas por una distancia de 2 Ri y 6 Chaô (ocho kilómetros y medio aproximadamente).
El camino que las une está frecuentado por viajeros y comerciantes, además de algún que otro Ronin en busca de mejor fortuna. En un cruce del camino y como a media distancia entre ambas ciudades, los viajeros encontraban un hermoso árbol que generosamente brindaba su sombra a todos por igual.
Corría el mes de marzo, el día era plomizo, frio y amenazaba lluvia. Ya avanzada la tarde, coincidieron en ese punto dos samurai, sin mediar palabra adoptaron posiciones de defensa mientras los dorsos de sus manos rozaban las empuñaduras de sus katanas. No había motivo para combatir, pero la época se prestaba a cierta desconfianza. Inmersos en observarse mutuamente, no se percataron de la tormenta que se desencadenaba. En un instante y sin previo aviso, la furia de un rayo desgajaba del hermoso árbol una gran parte de su follaje.
Ambos hombres decidieron dejar para más adelante sus diferencias y aprovechar las ramas caídas para hacer fuego, calentarse y secar sus ropas al amparo del ramaje que aun quedaba en pie. La noche avanzaba demasiado deprisa y los dos desconocidos decidieron pasarla al abrigo en la copa del árbol y protegidos del ataque de posibles alimañas. Así transcurrió la noche. El día amaneció despejado, aun quedaban rescoldos en la hoguera cuando los dos samurai decidieron bajar del árbol y calentar sus manos, sus pies y las escasas viandas de sus bolsas. Los hombres se separaron y cada uno siguió su camino. Transcurridos unos años, el azar o quizás el destino los llevó nuevamente a aquel punto. Del hermoso árbol que un día les brindó cobijo y calor, solo quedaba un tocón seco y recomido por el tiempo. Se miraron a los ojos y comprendieron la sinrazón de sus diferencias, ya que en el fondo ambos buscaban el mismo camino.
De esta reflexión brotó una profunda amistad:
Un hermoso ser tuvo que morir para que renaciera una nueva forma de comprender la vida.
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